El mercado cambiario argentino ha experimentado importantes modificaciones en los últimos meses, con la implementación de un nuevo esquema de flotación administrada que establece una banda de precios entre $1.000 y $1.400 el dólar.
Sin embargo, los analistas han detectado que el dólar se está moviendo dentro de un rango más acotado, lo que han denominado una «banda dentro de la banda», con una depreciación mensual estimada del 2% hasta octubre.
Desde la flexibilización del cepo cambiario, el Gobierno ha mantenido una estrategia de control sobre el dólar, evitando fluctuaciones bruscas que puedan generar incertidumbre en los mercados. Según la economista Milagros Gismondi, el tipo de cambio ha mostrado una tendencia a mantenerse dentro de un rango más estrecho, con un techo cercano a $1.200 y un piso ajustado por el crawling peg al 1%.
Este comportamiento ha sido interpretado como una señal de estabilidad, ya que el dólar no ha alcanzado los extremos de la banda establecida por el Gobierno. En abril, la divisa se depreció un 5% mensual promedio, mientras que en mayo la caída fue del 1,9%, lo que confirma la tendencia de ajuste gradual.
El Gobierno ha implementado diversas estrategias para evitar una volatilidad excesiva en el mercado cambiario. Entre ellas, destacan: El Banco Central ha operado en el mercado de futuros para mantener el tipo de cambio dentro de los límites establecidos. En abril, la entidad intervino con $409 millones de dólares en contratos de futuros.
La emisión de bonos en pesos ha permitido absorber liquidez y reducir la presión sobre el dólar. Se han promovido medidas para incentivar la bancarización de los ahorros en moneda extranjera, lo que contribuye a una mayor oferta de dólares en el sistema.
Perspectivas hasta octubre
Los analistas coinciden en que el dólar continuará moviéndose dentro de esta «banda dentro de la banda» hasta las elecciones presidenciales. La estabilidad cambiaria se ha convertido en una prioridad para el Gobierno, que busca evitar sobresaltos en el mercado financiero.
Según Gismondi, el esquema actual permite que los operadores del mercado vean una trayectoria descendente del tipo de cambio o, al menos, que no experimente subas abruptas. La combinación de una tasa de interés en pesos alta y una tasa real positiva ha reducido la demanda de dólares, lo que contribuye a la estabilidad del sistema.
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