Una abogada judía que acepta defender a un neonazi: el dilema que rige «Puntera de acero»

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Una abogada judía que trabaja como defensora de oficio en el sobrecargado sistema judicial del conurbano de la provincia de Buenos Aires acepta defender un neonazi que acaba de cometer un crimen por odio racial que se torna tremendamente mediático.

Por ahí va “Puntera de acero”, la obra del canadiense David Gow dirigida por Carlos Kaspar y protagonizada por Romina Pinto e Iván Steinhardt, quien también la tradujo y la adaptó. Se presenta los miércoles alas 20.30 en El Tinglado.

La obra aborda temas como el odio al diferente, al que profesa otra religión, al extranjero, a la diversidad, al que piensa distinto, al que viste diferente, al pobre y al rico. La impronta del personaje de la abogada, de espíritu liberal con el que elige vivir sus raíces judías, se ponen cuando cuando ambos se ven forzados a conocerse para armar una defensa.

“La obra fue escrita en los ´90 y es un presagio de lo que pasa ahora, pero en este momento el rebrote de las derechas parece una regresión al oscurantismo porque los manifiestos de estos sujetos son así, denuestan la pobreza, hablan del aborto de manera cavernaria, como diría Discépolo, “los ignorantes nos han igualo”, reflexiona Kaspar, con quien conversamos.

Puntera de acero – ph Sol Vannelli

Periodista: La obra también parece más vigente que nunca en relación a la guerra en medio oriente y el resurgimiento del antisemitismo, ¿qué podés decir?

C.K.: Cuando la ignorancia se junta con la inseguridad y el miedo es un cocktail perfecto para el odio. Cuando estás desesperado y sentis que nadie te escucha o que no hay respuesta, cualquier loco que aparece, tira cuatro sentencias extremistas con cierta seguridad y es inevitable que pegue. Es muy difícil cuando se machaca odio desde arriba. Si insultan a propios y extraños es lógico que el odio se esparza.

P.: Por odio se cometen los crímenes más en nombre de ‘la Libertad’, palabra tan usada hoy en Argentina, ¿qué reflexiona la obra y que reflexionas vos en esta Argentina de hoy?

C.K.: Indudablemente la palabra libertad siempre ha sido bastardeada pero hoy mucho más. Se ha transformado lamentablemente en muletilla, ha perdido su verdadero significado, creer que uno puede hablar de libertad partiendo la cabeza a un jubilado o quitando recursos al Garrahan, hay una gran contradicción. Transitamos un momento peligroso, al recibir discursos tan exacerbados no es raro que se suelte la chaveta de la gente. Trabajo para no caer en la trampa del odio. Lo mismo pasa con Trump y esto de que hay que deportar a todos los extranjeros. Lo que pasa en Gaza no es nada más ni nada menos que eso, no es ni religioso ni étnico ni derecho histórico, es odio. Aparece lo animal y lo irracional.

P.: ¿Qué puntos de contacto encontraste cuando viste “Incidente en Vichy” de Miller, que se presenta los jueves en Espacio Callejón?

C.K.: Habla sobre el odio y como anida en cada uno, el tema es que hacemos con ese odio y como se puede exacerbar desde el poder. “Enseñar a odiar es tan fácil como enseñar a jugar a la pelota”, es una frase de la obra, “Incidente en Vichy”, que dirige Pablo Gorlero, también habla del racismo, que es una forma de odio. Lo interesante es cómo a cada uno le afecta. En Vichy un estado represor persigue, en “Puntera” es un país democratico donde se produce un asesinato aparentemente racial, no porque no lo sea sino que la carátula dice eso, pero el problema no es el racismo sino el odio. Cómo el odio transforma a las personas y que hacemos con eso, nos atraviesa a todos. Este gobierno generó en mí sensaciones de odio que jamás pensé que llegaría a tener, lo trabajo a diario para correrme de eso sino uno se nubla y deja de ver.

P.: ¿Cómo construyeron estos personajes con todos sus miedos, prejuicios, rechazos ¿Por qué ella acepta defender a un neonazi? ¿Por qué el neonazi acepta ser defendido por una mujer judía?

C.K: Adaptamos el neonazi a lo local, un hombre que en estado de ebriedad mata a patadas a un ciudadano boliviano. Se le pone de abogada de oficio a una mujer judía, él acepta porque entiende que forma parte del sistema y quiere dejar afuera a su agrupación, que se lo trate como un civil y no un hombre que pertenece a ese grupo neonazi. En ella se juega como es vista una mujer que transgrede ciertas líneas de tradición y acepta defenderlo. Ella lo toma como un desafío ético que tiene que ver con el juramento hipocrático de los médicos, a veces asumen la defensa más allá de los prejuicios aunque los tengan. Lo que tienen enfrente representa lo que siempre denostraron, lo que los ponía en peligro.

P.: ¿Cómo estructuraste la puesta en escena?

C.K.: La obra presenta tres espacios, uno tiene que ver con el neonazi, su soledad, primero su casa después la cárcel, del otro lado la casa de la doctora. Está escrita de manera tal que hay monólogos en soledad, cuentan cómo les afecta este proceso. Y en el medio la sala donde se encuentran , el lugar de las confrontaciones. Es una puesta minimalista, lo importante era la palabra, con algunos elementos que insinúan el contexto.

Carlos Kaspar

El director Carlos Kaspar.

P.: ¿Cómo ves hoy el teatro y la cultura?

C.K: La situación es desastrosa, estamos en estado de emergencia, lo que pasa con el Instituto de Teatro, el INCAA, se nos ha tomado a los trabajadores de la cultura como uno de los causantes de esta crisis, somos como objetivos de esta batalla cultural, pero no tiene nada de cultural. Esto nos costará muy caro, en algún momento se volverá a reconstruir, nada es eterno, esto también va a pasar, la única manera de resistir es hacer, como se pueda. Los argentinos nos hemos salvado de la violencia gracias a la cultura. En 2001 los actores abrían las puertas de sus casas y hacían obras para 5 espectadores, lo mismo en Teatro Abierto, siempre nos reciclamos de una manera u otra, somos los encargados de reflejar la realidad que nos atraviesa. El artista es un comunicador, atravesado por el paradigma que nos rige. Hay que luchar y mover hilos para que nuestros legisladores frenen este embate a la cultura. Lamento que la industria cinematográfica que siempre nos ha distinguido esté así, pero la gente sigue yendo al teatro, al comercial, al independiente, y se da cuenta. La democracia se basa en la tolerancia.

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