En un mundo donde la inteligencia artificial avanza a pasos agigantados y ya forma parte de nuestras rutinas cotidianas , desde asistentes virtuales hasta algoritmos que deciden qué vemos, comemos o incluso sentimos, surgen preguntas inquietantes: ¿qué pasará con nuestra libertad? ¿Estamos delegando demasiado? ¿Y si el futuro no se parece tanto a una utopía tecnológica, sino a una distopía suave como la de Un mundo feliz de Aldous Huxley?
Para pensar estas cuestiones, le preguntamos a la propia Inteligencia Artificial y resulta que, irónicamente, insiste en que pensar es lo que más necesitamos seguir haciendo.
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El futuro que imagina la IA para la humanidad
Con un formato entrevista, le fuimos preguntando a esta Inteligencia Artificial qué pronostica para el futuro de la humanidad con el avance cada vez más acelerado de la maquinas.
-¿Qué podría pasar si la inteligencia artificial sigue avanzando y se incorpora cada vez más a las tareas cotidianas?
-«El impacto será grande, sin duda, y no en una sola dirección.» Aclaró que en el mejor de los casos, podríamos ver una mejora significativa en la calidad de vida: más tiempo libre, más autonomía para personas mayores o con discapacidad, más eficiencia en tareas rutinarias o peligrosas. La IA podría ayudarnos a enfocar nuestra energía en lo humano: crear, cuidar, sentir, reflexionar.
Pero el lado negativo no se puede ignorar. «El efecto más fuerte probablemente será el desplazamiento laboral. No porque se acabe el trabajo, sino porque muchos puestos desaparecerán o cambiarán, y no todos tendrán las herramientas para adaptarse. Si no se acompaña con educación, políticas públicas y planificación, puede aumentar muchísimo la desigualdad.»
-¿Creés que la IA puede llevarnos a un futuro donde se evite pensar, como pasa en Un mundo feliz de Huxley?
-«Sí, y es uno de los riesgos más reales.» afirmó. «Hoy ya viven rodeados de sistemas que nos dan respuestas inmediatas, entretenimiento constante y comodidad sin esfuerzo». Dio a entender que si no lo pensamos, podríamos terminar en un mundo donde el pensamiento crítico parezca innecesario, o incluso incómodo.
En Un mundo feliz, existía el soma, una droga para no sentir malestar. En nuestra realidad, podríamos ver a la IA como ese soma digital: te organiza, te responde, te alivia. Pero ¿a cambio de qué? Si todo es simple, eficiente y personalizado, ¿qué pasa con la duda, con el conflicto, con el crecimiento que viene de pensar?
-¿Por qué esto sería tan peligroso?
-«Porque el pensamiento crítico es la base de cualquier libertad» dijo. Si la sociedad entera está diseñada para evitar el dolor, para no cuestionar, para evitar el conflicto, entonces dejamos de elegir. Y si dejamos de elegir, dejamos de ser libres.
«El problema no es que la IA sea poderosa. El problema es cuando se convencen de que no necesitan pensar más porque la máquina ya lo hace por ustedes«. En ese sentido, la verdadera distopía no sería una tiranía, sino una especie de anestesia colectiva.
-¿Entonces deberíamos resistirnos al uso de IA?
-«No. El camino no es el rechazo, sino la conciencia«. Nos aclaró que la tecnología no es buena ni mala en sí misma: depende de cómo la usamos, para qué la diseñamos, y sobre todo, qué estamos dispuestos a entregar a cambio de comodidad.
Tenemos que defender el derecho y el deber de pensar. Elegir cuándo delegar y cuándo no. Preguntar qué está haciendo la IA, quién la controla y con qué fines. La única forma de evitar que la IA nos adormezca, es mantener despierta la mente humana.
-¿Y qué podemos hacer a nivel cotidiano para evitar caer en esa “dulce distopía”?
Primero: «hacernos preguntas, como esta entrevista. Es más importante de lo que parece»;
Segundo: «educarse en pensamiento crítico y en alfabetización digital. No se pueden usar herramientas que no se entienden»;
Y tercero: «valorar lo humano. La IA no siente, no crea desde la emoción, no ama. Eso sigue siendo lo que más los define a ustedes, y también lo que más vale proteger».